sábado, 6 de agosto de 2016

La familia y el desarrollo moral



Indudablemente cada familia tiene sus características, tiempo, contexto, componentes,… Ana Frank y su familia tuvieron que vivir una de las peores atrocidades de la humanidad.


Hace una semana cerramos un proceso de evaluación en una institución educativa al sur de la capital. El proceso cumplió las expectativas ampliamente acercándonos a la situación familiar de cada niño y su problemática, donde pudimos, también, abordar dificultades inmediatas por medio de técnicas de terapia breve, psicoeducación, consejería y orientación.

Uno de los instrumentos de evaluación utilizados fue la Escala del Clima Social Familiar (FES). Este instrumento nos ha permitido obtener información relevante y problemática que parte, en su mayoría, de la inadecuada interrelación familiar, que sin duda es uno de los más graves problemas psicosociales en todo el mundo. No es posible negar la gran importancia de la familia (institución) representada como la unidad básica de toda sociedad. Cumple un rol decisivo en la formación del niño, adolescente y del joven adulto porque es prioritaria, e involucra también al cuidado del adulto mayor, muchas veces en abandono. Freedman (1980) señaló: “La interacción dinámica desarrollada en la familia, junto a una serie de elementos estructurales que la condicionan, son los portadores de un clima que contribuye al desarrollo de sus miembros”.

La educación, la alimentación, la salud y vestido son primordiales en esta tarea; y el conocimiento, la supervisión o control adecuado de la conducta y de los acontecimientos de cada uno de los integrantes no se excluyen de esta función. De acuerdo al FES de Moos, podemos considerar tres dimensiones fundamentales que parten de las relaciones interpersonales entre los miembros, los aspectos desarrollados, en proceso o nulos y finalmente su estructura básica. Las incluyo aquí para tener una visión general, comprometiéndome a analizarlas detenidamente en las próximas semanas.

Dimensión de relaciones: Donde podemos ubicar el grado de comunicación, libre expresión e interacción conflictiva que caracteriza a la familia (cohesión, expresividad y conflicto).

Dimensión de desarrollo: Se ubican los procesos de desarrollo personal que se fomentan o no en la convivencia familiar (autonomía, actuación; aspectos como el intelectual-cultural o el social-recreativo, y finalmente la moralidad, considerando el tipo de religiosidad según la creencia familiar).

Dimensión de estabilidad: Ubicamos a la estructura y organización de la familia, y el grado de control que ejercen unos miembros sobre otros (organización; planificación de las actividades y responsabilidades de cada miembro y la familia en sí, y control; donde se ubican las reglas y procedimientos establecidos).


Muchas veces la familia feliz se convierte solo en un ideal,
la realidad es más compleja y muchos de los problemas psicosociales
parten de un clima familiar inestable.

Entendemos así la gran tarea de la familia y sus muchos aspectos aquí brevemente citados, e igualmente nuestro rol dentro de ella, pero que muchas veces no perpetramos o lamentablemente no consideramos importantes. Este entendimiento es parte de nuestro desarrollo psicológico moral. Cada dimensión en concreto, consecuencia de la interacción, aspectos y estructura, están integradas al mismo tiempo por elementos individuales que componen a la familia; rasgos de personalidad y carácter, respuestas emocionales a estímulos, etapas de desarrollo cognitivos de acuerdo a las edades, respuestas conductuales,…

Pero no nos compliquemos, la dificultad del abordaje por las extensas características que las familias poseen y más respecto a su moral, recae sobre nuestra profesión y el trabajo psicoterapéutico; pero desde nuestro enfoque psicoeducativo podemos todos, sin excepción, utilizar herramientas que permiten el desarrollo de estos grupos de interacción. Podemos destacar que mucha de estas tareas y criterios fueron plasmados por pensadores imperecederos en diferentes etapas de nuestro desarrollo histórico y social. Podemos tomar en cuenta por ejemplo las “máximas universales” que dictan nuestra dirección y que a ciencia cierta parten de nuestra condición psicológica (biopsicosocial – cultural) como seres humanos. Algunas estrategias que encontramos en la segunda parte del libro sobre psicología moral, parten de estos criterios lógicos, y al mismo tiempo concretos y de fácil aplicación.

Ahora, resultaría factible partir del pensamiento de David Hume porque seguimos abordando la sensibilidad moral (componente primordial en el desarrollo moral familiar); puesto que afirma: “El sentimiento moral,…, y no la razón, constituyen la competencia moral fundamental, portadora de ilustración y de civilización”. Sin embargo si articulamos sobre “máximas universales” la razón de Immanuel Kant siempre estará presente, aunque nos aleje un poco de la importancia de las “consecuencias”.


Königsberg. Kant el primer representante del critisismo, y en mérito
precursor del idealismo alemán.

Kant nos expuso su riguroso y austero, pero al mismo tiempo grandioso pensamiento desde su vida académica y “solitaria” en Königsberg. El Imperativo hipotético que Kant conceptualizó es una orden (imperativo), en el que implícitamente, existe una gama de condiciones que acompañan a este mandato, condiciones que van asociadas a esta orden. Por ejemplo: “No tomes licor”. Percibimos que hay muchas asociaciones como: “si no quieres derrochar el dinero”, “si no quieres crear malestar a tu familia”, “si no quieres perjudicar tu salud”. Naturalmente si no hay preocupación, o existe poco interés por no perder dinero valioso para la familia, crear molestias o perjudicar la salud, la orden inicial no tiene ningún valor, no se está obligado a cumplir. Pero con un imperativo categórico, no existen condiciones adicionales, ni de naturaleza implícita ni explícita, es un deber absoluto e incondicional: “no mates”, “no mientas”… pero esto va más allá.

Tras cada acción, subyace una “máxima” (regla de conducta). Resulta factible de asumirlo psicológicamente; primero, porque implica a la autonomía, dado que es un estadio mayor en el desarrollo cognitivo evolutivo del individuo; y segundo, porque sugiere un proceso cognitivo superior de razonamiento moral. Kant vislumbró al pasar de un dominio lógico a un contenido moral concreto. La segunda formulación del imperativo categórico es: “Actúa de tal modo que nunca trates a la humanidad, en tu persona o en la persona de otro, como un simple medio, sino siempre también como un fin.”

Más Interesante aún si comprendemos su ampliación hacia la acción de nuestros semejantes: “Tratar a los demás como un simple medio para propiciar los propios intereses degrada o destruye su capacidad de actuar.” Lo que resulta como el reconocimiento de derechos básicos que pertenecen a los otros, y que son imposibles de negar.

El clima familiar es un factor superior en la salud y en el desarrollo multifactorial de los niños, adolescentes y todos sus miembros en general; la interacción familiar influye dentro y fuera hacia sistemas más amplios, como el económico, político, social entre otros. La moral constituye un elemento fundamental en la creación de sociedades maduras, a partir de las familias y al mismo tiempo a partir del individuo. El desarrollo de programas psicoeducativos nos lleva a analizar diferentes pensamientos filosóficos, artísticos, científicos, culturales, etc., desde la psicología, de tal manera que podamos abordar situaciones problemáticas con objetividad y pluralidad. Y principalmente, que estos programas puedan llegar a las manos del individuo y de las familias que indudablemente las necesitan. Todas estas estrategias y programas acompañan al fundamento teórico del libro sobre Desarrollo Moral en proceso de edición.

Luis Enrique Olaya Céspedes


Psicología del desarrollo moral.

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