Indudablemente cada familia tiene
sus características, tiempo, contexto, componentes,… Ana Frank y su familia tuvieron
que vivir una de las peores atrocidades de la humanidad.
Hace una semana cerramos un
proceso de evaluación en una institución educativa al sur de la capital. El
proceso cumplió las expectativas ampliamente acercándonos a la situación
familiar de cada niño y su problemática, donde pudimos, también, abordar
dificultades inmediatas por medio de técnicas de terapia breve, psicoeducación,
consejería y orientación.
Uno de los instrumentos de
evaluación utilizados fue la Escala del Clima Social Familiar (FES). Este
instrumento nos ha permitido obtener información relevante y problemática que
parte, en su mayoría, de la inadecuada interrelación familiar, que sin duda es
uno de los más graves problemas psicosociales en todo el mundo. No es posible
negar la gran importancia de la familia (institución) representada como la
unidad básica de toda sociedad. Cumple un rol decisivo en la formación del
niño, adolescente y del joven adulto porque es prioritaria, e involucra también
al cuidado del adulto mayor, muchas veces en abandono. Freedman (1980) señaló:
“La interacción dinámica desarrollada en la familia, junto a una serie de
elementos estructurales que la condicionan, son los portadores de un clima que
contribuye al desarrollo de sus miembros”.
La educación, la
alimentación, la salud y vestido son primordiales en esta tarea; y el conocimiento,
la supervisión o control adecuado de la conducta y de los acontecimientos de
cada uno de los integrantes no se excluyen de esta función. De acuerdo al FES
de Moos, podemos considerar tres dimensiones fundamentales que parten de las
relaciones interpersonales entre los miembros, los aspectos desarrollados, en
proceso o nulos y finalmente su estructura básica. Las incluyo aquí para tener
una visión general, comprometiéndome a analizarlas detenidamente en las
próximas semanas.
Dimensión de relaciones: Donde
podemos ubicar el grado de comunicación, libre expresión e interacción
conflictiva que caracteriza a la familia (cohesión, expresividad y conflicto).
Dimensión de desarrollo: Se
ubican los procesos de desarrollo personal que se fomentan o no en la
convivencia familiar (autonomía, actuación; aspectos como el intelectual-cultural
o el social-recreativo, y finalmente la moralidad, considerando el tipo de
religiosidad según la creencia familiar).
Dimensión de estabilidad:
Ubicamos a la estructura y organización de la familia, y el grado de control que
ejercen unos miembros sobre otros (organización; planificación de las
actividades y responsabilidades de cada miembro y la familia en sí, y control;
donde se ubican las reglas y procedimientos establecidos).
Muchas veces la familia feliz se convierte
solo en un ideal,
la realidad es más compleja y muchos de los problemas
psicosociales
parten de un clima familiar inestable.
Entendemos así la gran tarea de
la familia y sus muchos aspectos aquí brevemente citados, e igualmente nuestro
rol dentro de ella, pero que muchas veces no perpetramos o lamentablemente no consideramos
importantes. Este entendimiento es parte de nuestro desarrollo psicológico moral.
Cada dimensión en concreto, consecuencia de la interacción, aspectos y
estructura, están integradas al mismo tiempo por elementos individuales que
componen a la familia; rasgos de personalidad y carácter, respuestas
emocionales a estímulos, etapas de desarrollo cognitivos de acuerdo a las edades,
respuestas conductuales,…
Pero no nos compliquemos, la
dificultad del abordaje por las extensas características que las familias
poseen y más respecto a su moral, recae sobre nuestra profesión y el trabajo
psicoterapéutico; pero desde nuestro enfoque psicoeducativo podemos todos, sin excepción, utilizar herramientas que permiten el desarrollo de estos grupos de
interacción. Podemos destacar que mucha de estas tareas y criterios fueron
plasmados por pensadores imperecederos en diferentes etapas de nuestro
desarrollo histórico y social. Podemos tomar en cuenta por ejemplo las “máximas
universales” que dictan nuestra dirección y que a ciencia cierta parten de
nuestra condición psicológica (biopsicosocial – cultural) como seres humanos.
Algunas estrategias que encontramos en la segunda parte del libro sobre
psicología moral, parten de estos criterios lógicos, y al mismo tiempo concretos y de fácil aplicación.
Ahora, resultaría factible partir
del pensamiento de David Hume porque seguimos abordando la sensibilidad moral (componente
primordial en el desarrollo moral familiar); puesto que afirma: “El
sentimiento moral,…, y no la razón, constituyen la competencia moral
fundamental, portadora de ilustración y de civilización”. Sin embargo si articulamos
sobre “máximas universales” la razón de Immanuel Kant siempre estará presente,
aunque nos aleje un poco de la importancia de las “consecuencias”.
Königsberg. Kant el primer
representante del critisismo, y en mérito
precursor del idealismo alemán.
Kant nos expuso su riguroso y
austero, pero al mismo tiempo grandioso pensamiento desde su vida académica y
“solitaria” en Königsberg. El Imperativo hipotético que Kant conceptualizó es
una orden (imperativo), en el que implícitamente, existe una gama de
condiciones que acompañan a este mandato, condiciones que van asociadas a esta
orden. Por ejemplo: “No tomes licor”. Percibimos que hay muchas asociaciones
como: “si no quieres derrochar el dinero”, “si no quieres crear malestar a tu
familia”, “si no quieres perjudicar tu salud”. Naturalmente si no hay
preocupación, o existe poco interés por no perder dinero valioso para la
familia, crear molestias o perjudicar la salud, la orden inicial no tiene
ningún valor, no se está obligado a cumplir. Pero con un imperativo categórico,
no existen condiciones adicionales, ni de naturaleza implícita ni explícita, es
un deber absoluto e incondicional: “no mates”, “no mientas”… pero esto va más
allá.
Tras cada acción, subyace una
“máxima” (regla de conducta). Resulta factible de asumirlo psicológicamente; primero, porque implica a la autonomía, dado que es un estadio mayor en el desarrollo
cognitivo evolutivo del individuo; y segundo, porque sugiere un proceso
cognitivo superior de razonamiento moral. Kant vislumbró al pasar de un dominio
lógico a un contenido moral concreto. La segunda formulación del imperativo
categórico es: “Actúa de tal modo que nunca trates a la humanidad, en tu
persona o en la persona de otro, como un simple medio, sino siempre también
como un fin.”
Más Interesante aún si
comprendemos su ampliación hacia la acción de nuestros semejantes: “Tratar a
los demás como un simple medio para propiciar los propios intereses degrada o
destruye su capacidad de actuar.” Lo que resulta como el reconocimiento de
derechos básicos que pertenecen a los otros, y que son imposibles de negar.
El clima familiar es un factor
superior en la salud y en el desarrollo multifactorial de los niños,
adolescentes y todos sus miembros en general; la interacción familiar influye
dentro y fuera hacia sistemas más amplios, como el económico, político, social
entre otros. La moral constituye un elemento fundamental en la creación de sociedades
maduras, a partir de las familias y al mismo tiempo a partir del individuo. El
desarrollo de programas psicoeducativos nos lleva a analizar diferentes
pensamientos filosóficos, artísticos, científicos, culturales, etc., desde la
psicología, de tal manera que podamos abordar situaciones problemáticas con
objetividad y pluralidad. Y principalmente, que estos programas puedan llegar a
las manos del individuo y de las familias que indudablemente las necesitan. Todas
estas estrategias y programas acompañan al fundamento teórico del libro sobre
Desarrollo Moral en proceso de edición.
Luis Enrique Olaya Céspedes
Psicología del desarrollo moral.
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