Recordemos a Günther Anders, porque
dentro del estudio psicológico de la sensibilidad moral, no solo es importante dar
a conocer los fundamentos que nuestras escuelas de formación, la carrera y lo
que la experiencia misma nos ha enseñado. Es recomendable reconocerlo desde
distintos campos de estudio para ampliar nuestro horizonte. En este caso porque
el producto llamado pensamiento filosófico es un elemento imprescindible para
clarificar puntos de partida para la psicoeducación, y más aún si germinan de
filósofos como Günther Anders y su visión fenomenológica de la realidad, donde
nos convence de prestar atención a los acontecimientos en el momento en que se
desarrollan.
¿Por qué citar su filosofía
dentro de la sensibilidad moral?, por el uso innegable de las emociones y de nuestra
imaginación. Dice Anders: “La magnitud de los efectos de nuestra acción excede
con mucho nuestras facultades psíquicas, en concreto nuestra imaginación,
incluyendo el sentir y la responsabilidad”. Psicológicamente lo expresamos de
la siguiente manera: La limitación de nuestros procesos corticales superiores de
representación abstracta llamada imaginación y la limitada respuesta emocional
a estímulos, llámese sensibilidad hacia los hechos, nos impide registrar
responsablemente la realidad; o sea, limitando la reflexión, gestión,
orientación, análisis y principalmente tomar en cuenta las consecuencias de los
actos.
Procuremos unas cuantas líneas
inteligibles a este importante académico de origen polaco.
Günther Anders, cuyo nombre fue Günther Stern.
Adoptó el seudónimo
por sugerencia del editor de la revista cultura
de la Bolsa berlinesa, poco
tiempo antes de la llega del poder nazi.
Tres naves aéreas se dirigen
hacia la zona establecida dentro del plan de acción bélica coordinada por el
comité científico-militar en el Laboratorio Nacional de los Álamos. Es el 6 de agosto del año 1945. La carga de uno
de los aparatos aéreos es trascendental porque demostrará al enemigo y al mundo
su amplia superioridad beligerante. El piloto que acompaña esta misión es el
experimentado Claude Eatherly de la fuerza aérea norteamericana, quien con una
de sus manos tantea los mecanismos de medición que utilizó desde su nave auxiliar
antes que su compañero del B-29 concrete la acción definitiva. Se siente
ansioso, pero está muy lejos de concebir a ciencia cierta cuales son y serán
las consecuencias de la misión que le encomendaron. Esta circunstancia marcará
al mundo llenándolo de terror y de profundo pánico por mucho tiempo y lo hará hasta
pasados nuestros días. Es el conocido “piloto de Hiroshima”, y nombre de uno de los principales libros de Günther Anders.
El criminal nazi Adolf Eichmann es
sentenciado y luego ejecutado en 1962 en Israel, después de una larga búsqueda,
de evasión y vergonzoso abrigo por parte de un gobierno sudamericano. Sus actos
Inhumanos, su convicción y en suma su personalidad coincide con la crudeza de
sus compañeros de élite, seguidores y admiradores de Hitler. Es el responsable
directo de la llamada “solución final” del que unos seis millones de personas
fueron aniquiladas, cifra que es parte de un número general aproximado a 20
millones de personas asesinadas en todo el régimen nazi.
Eatherly se responsabilizó solo
del acto en el que participó, y Eichmann dijo solo ser una pieza más de esa
máquina (de aniquilación). Estos casos son paradigmáticos y que al analizarlos insinúan lo siguiente: el
sistema técnico, maquinal, tecnológico,… no responsabiliza al hombre. En el
caso del piloto, haberse responsabilizado por el acto en el que participó solo
avala el proceso en el que estaba inmerso, siendo una ejecución sin crítica;
sin inconformismo, sin autonomía, que nos es imposible de aceptar y menos
consentir en ambos casos. El aparato técnico implica una estructura y también
una lógica funcional que limita la imaginación y la responsabilidad, pero que
naturalmente no los limpia de su culpa frente al mundo.
"El piloto
de Hiroshima", obra imprescindible de Günther Anders
Ellos son claves para el
desarrollo del pensamiento de Günther Anders, como la Primera Guerra Mundial,
el nazismo de los años 30, Hitler, los campos de concentración;
específicamente Auschwitz, y las destrucciones a Hiroshima y Nagasaki. El
análisis que lleva al diagnóstico situacional es amplio, y lo podremos leer en
su totalidad en el libro sobre desarrollo moral impreso y electrónico pronto en
el mercado. Resaltemos aquí a Hiroshima, porque como él refiere, “desde ese día
somos totalmente impotentes”. Este momento representa incertidumbre y
probablemente la dirección hacia un proceso autodestructivo, y bajo este modelo
determina lo obsoleto del individuo con relación al nivel de perfección de sus
propios productos. Lo llamaremos hoy poder tecnológico, que es estudiado concretamente
en su llamada “filosofía de la ocasión” [Gelegenheitsphilosophie], donde el
objeto es la “ocasión-situación” del acontecer del ser humano.
No es necesario ahondar en sus
recursos epistemológicos y principios metódicos, pero sí tratar de extraerlos como
elementos psicológicos para identificar su práctica. Cómo la exageración como
método, ya que al sobredimensionar los fenómenos para exponer los efectos que
pueden ser catastróficos, podemos anticiparnos a ellos de alguna manera. Se
recurre a esta idea porque la posibilidad de la repetición de lo horrendo está aún
presente día a día, y es más, está ocurriendo. El miedo como forma de aproximación
al producto o resultado técnico de forma cuantitativa, y como componente
emocional para no ser solo espectadores pasivos, nos permite visualizar los
peligros y amenazas, pues, como él dice: no queremos ver, no podemos ver, o no
nos es permitido ver.
Y la imaginación, como punto
principal del post, que a diferencia de ser un potencial creativo, y como elemento esencial en la
producción artística del individuo creador, no es actualmente una facultad
desbordante, hablando en términos generales y desde el punto de vista de Anders. Porque hay una desproporción
existente, un desnivel que amerita una educación de la imaginación moral. ¿En
qué sentido?, en la búsqueda de elasticidad imaginativa, para despertar la sensibilidad sobre la naturaleza de nuestros propios
productos, y las catástrofes que podemos provocar. Definitivamente necesarios para
comprender la desigualdad entre hombre y producto.
Esta imaginación nos llevará a la
sensibilidad moral, nos hará comprender el aparato, y nos conducirá a hacerlo
efectivo y real conductualmente, desde nuestras emociones, sentimientos y desde
luego desde nuestra cognición. Lo preocupante es la no imaginación, no poder
representarnos lo que es posible y menos poder anticiparnos.
La tecnología nos ha facilitado en gran medida el
dinamismo en nuestra vida cotidiana, visto desde un plano superficial, es
factible. Pero el trasfondo real, analizando con criterio, sí que es de temer y
no solo en el campo bélico sino en todo lo producido tecnológicamente. Coincidiendo
con el pensamiento de Günther
Anders, este "desarrollo" nos amenaza cada vez más con poder y violencia. Lo
expone en sus tesis fundamentales: "El hombre no está a la altura de sus productos
(de la perfección que estos poseen); el hombre produce más de lo que puede
imaginarse y más aún responsabilizarse, y que erróneamente piensa puede hacer
todo lo que es capaz de producir y lo que es peor, debe hacerlo". La
tecnología en sí, sus procesos, sus métodos,… todo esto se escapa de las manos
del individuo y este se convierte en su subordinado.
La Obediencia. Obra teatral
basada en la correspondencia entre Anders
y el llamado piloto de Hiroshima. Uno
de los dramas que reflexiona sobre la responsabilidad y la culpa. La obediencia
y sus consecuencias.
Los aspectos
emocionales que Günther Anders ha tomado en cuenta en sus métodos, son
factibles en el trabajo psicológico. La sobredimensión de los avances técnicos,
como el desarrollo de bases nucleares, la experimentación del ADN, la
tecnología bélica, hablando a escalas mayores, nos harían comprender un posible
peligro. El miedo como respuesta emocional a acciones, métodos, mecanismos,
procesos peligrosos, conductas a partir de instrumentos tecnológicos, como por
ejemplo; sobre la información irresponsable y enfermiza en internet que va
directamente a los niños y adolescentes, nos mantendrán presentes frente al
peligro y podremos reconocerlo. Y la imaginación que despertará y harán una
conexión emocional importante, permitiéndonos la capacidad de sentir y
humanizarnos frente a situaciones en las que muchas veces estamos o nos
consideramos lejanos. Todas estas realidades emocionales son indispensables
para el estímulo e incremento de nuestra sensibilidad moral en cada una de las
situaciones dónde el individuo resulta afectado.
¿Debemos
entonces seguir pasivos o asumir la realidad lo más concretamente posible, para
disminuir los riesgos a nuestro alrededor? Recomiendo plenamente la lectura del
pensamiento fenomenológico de Günther Anders y por su puesto su enlace
con la psicología y la psicoeducación siempre presentes en estos post.
Luis Enrique Olaya Céspedes
Psicología del desarrollo moral.