Tomando como referencia el estudio de M. Berkowits, coautor de investigaciones junto a Kohlberg sobre desarrollo moral, quien plantea
educar a la persona moral en su totalidad, lejos de fragmentar posiciones que
complican primero la compresión del proceso, y segundo, la aplicación de algún
programa psicopedagógico o psicológico para tal fin. Es interesante poder, al
menos metafóricamente, diseccionar al individuo moral y ver o encontrar en
concreto cinco componentes bien marcados que nos permiten de alguna manera
organizar este proceso moral y donde apuntar para su desarrollo.
¿Por qué articular sobre el tema?, surge de la interesante
pregunta que muchos de nosotros nos hacemos ¿Por qué las personas tenemos
diferente moralidad?, y es una cuestión órbita y puntual, también para mi
sobrino Andrei Olaya, estudiante de derecho en la universidad de Carolina del
Norte quien se hace la pregunta. El paraje Motiva a la reflexión, y no solo
desde la amplia filosofía que desde hace mucho tiempo fue dueña exclusiva del
tema, hoy abarca muchísima preocupación por estudiosos de diferentes fortines
intelectuales y campos científicos, y desde hace un tiempo atrás es tema de
estudio y compromiso de la psicología, por ser absolutamente necesario para la
salud mental.
Es obvio que el contenido es cuantioso y generoso,
tendríamos entonces que enfocarnos en uno de los cinco aspectos localizados en
la tarea de disección de la que hacemos referencia, sin tomar en cuenta los otros aspectos igualmente importantes. Solo para acotar, en el trabajo de intervención clínica psicopedagógica que desarrolla el
equipo PSICOEDUCA, la flexibilidad es una de nuestras leales compañeras, en otras
palabras el individuo y/o el grupo, y sus necesidades determinan la dirección
de nuestro análisis, abordaje e intervención y han sido necesarios en determinados casos la consideración del enfoque integral. Empero, para una compresión clara
del post y lejos de “dogmatismos” tomemos en cuenta de la siguiente anatomía
moral: conducta, carácter, valores, razonamiento y emoción solo un aspecto ampliamente interesante, el carácter.
Orientémonos brevemente a este metafórico “órgano”
llamado carácter.
La conducta definitivamente es el fin de la persona moral,
decimos que una persona es buena o mala o sus actos son positivos o dañinos por
lo que realiza, por su conducta, pero no todo es conductual y aquí podemos
citar como ejemplo a los llamados autores intelectuales de algún crimen, el
estudio del razonamiento moral establece que no podemos determinar si una
persona es moral solo por su conducta, esto es más que complejo, existe un
proceso cognitivo (razonamiento según el estadio en el que se ubica la persona
según su desarrollo) que determina nuestro proceder por lo que es, según las
circunstancias, más factible tomar en cuenta la intención que el acto en sí.
La conducta está más ligada al carácter del individuo,
tomemos como base los rasgos de personalidad, como la tendencia permanente de
un ser a actuar de un modo y no de otro diferente. Lickona (1991) lo define
como «disposiciones estables para responder a situaciones de modo moral,
manifestadas en modelos observables (rasgos del carácter) de amabilidad,
honestidad, responsabilidad y respeto generalizado por los demás» entonces observamos
consecuentemente los efectos de estos rasgos.
Esta idea es bastante cercana a lo que conocemos como
personalidad, a manera de conjunto de rasgos y cualidades que configuran la
manera de ser de cada individuo y nos diferencian de otros. No obstante hablar
de personalidad es también entrar en polémica, pero para una identificación
sencilla e imparcial al respecto considero oportuno y ya desde el campo de la psicología
cognitiva decir que son nuestros esquemas cognitivos (construcciones de la experiencia del individuo en forma de significados o supuestos personales) las que guían la conducta y emociones, nuestra moral no es la excepción.
Ahora, no podemos rotular la
totalidad del carácter del individuo en el campo de la moral, no se puede, pero
sí debemos entender que hay rasgos de carácter que contribuyen a la
moralidad, muchos autores consideran a la empatía y a la autodisciplina como
parte de ellas, pero si las analizamos detenidamente también pueden ser parte
de rasgos de carácter de un individuo profeso en el daño a sus prójimos. Y ¿es
posible desde esta perspectiva educar esta moral o moralidad (vamos a
entenderla como una sola para no ahondar en terminología propiamente dicha, nos
ocuparemos del tema y sus diferencias en un próximo post)? La conducta moral
puede ser aprendida, practicada e interiorizada, la psicología tiene muchas
herramientas para este propósito y así la demuestran las diferentes escuelas y
sus técnicas psicoterapéuticas, en psicopedagogía y para la mayoría de la
población que no visita a un psicólogo periódicamente es preciso demostrar y
recompensar la conducta adecuada, reforzarla la convertirá en un hábito. La
habitualidad de estas conductas van a derivar en el rasgo de carácter creando
un círculo importante con la conducta; la conducta correcta se modela y
conforma (por aprendizaje), lo cual conduce a tendencias ya internas que
producen conductas correctas. Aquí definitivamente la relación entre la
conducta y el carácter se convierte en un círculo muy sólido.
Nuestra personalidad determina
mucho lo que hacemos y no hacemos, podríamos ser dejados o relajados en
diferentes circunstancias y compromisos, ser determinantes, con tendencia a la
intolerancia, tener impulsos o instintos exacerbados hablando ya desde un plano
hereditario o de implicancias límbicas y corticales para graficar también el
asunto. Nuestra moralidad es parte de esta complejidad y nos hace diferentes
unos de otros, es importante ser conscientes de aspectos positivos de nuestra
personalidad para desarrollarlos aún más, y de nuestros aspectos negativos para
poco a poco ir remplazándolos por otros más adaptativos, si nos enmarcamos como
seres biopsicosociales en una clara muestra de lo que somos como individuos,
debemos sumarle también el aspecto cultural y lo enfatizo porque realmente lo
amerita, y no como referencia a un desarrollo tan solo individual, sino
colectivo, universal, este ideal parte necesariamente de nuestros procesos de
desarrollo psicológico para encaminar una sociedad mejor.
Para finalizar y retomando los
aspectos encontrados en nuestra disección; conducta, carácter, valores,
razonamiento y emoción como unos de los enfoques útiles en la actividad clínica
psicopedagógica, podemos concluir, que el conocimiento pleno de
cada unos de ellos condiciona la posibilidad de educarlos y finalmente
desarrollarlos.
Luis Enrique Olaya Céspedes
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